domingo, 16 de diciembre de 2007

Aquella alta torre....

No puedo asegurar con certeza como empieza la depresión. Uno puede estar triste durante meses sin darse cuenta siquiera de que hay algo que no encaja. Puede empezar con un momento de extrema inquietud y excitación; algunas veces comienza al sentir un peso que no se logra comprender, otras con una tristeza sutil, tan sutil que no se percibe hasta que ya es muy tarde. Quisiera describir con toda exactitud como me siento ahora pero nunca he sido buena para expresarme cuando estoy alterada en alguna forma. Y ahora lo estoy. No encuentro la razón exacta. Tal vez es la nostalgia de un sueño que ha vuelto a perseguirme. El sueño de vivir ese amor, aunque sé que es bastante improbable encontrarlo tal cual lo tengo en la mente o mas aún, que es probable que no tenga idea de lo que es realmente y que lo que imagino es quizá una mera presunción de lo que debe ser, derivada de los sueños de otros que he visto plasmados en películas o libros. Lo que sé es que hay veces en que esto me pasa cuando se avecina un cambio. Y ese cambio no es solo importante sino necesario para seguir en esta voraz carrera que llamamos vida, para justificar mi existencia. Y me resisto a él cobardemente. Quisiera asumirlo como lo hacen otros pero lo cierto es que para mi las cosas parecen ahora mucho mas difíciles, más altas que el K2. Y me siento sola, pero no quiero compañía.

Es la una. Mañana hay trabajo y no me importa, no puedo dormir. Recuerdo el sueño que tuve cuando iba con el loquero de Polanco. Lo único que me gustó de los loqueros es que lo hacen a uno soñar. Cómo quisiera volver a soñar como lo hacía en aquella época.
En el sueño estaba yo en una alta torre con ventanales que daban a la calle. La torre no tenía escaleras, así que no había acceso a ella y aparentemente tampoco se podía salir. Yo no estaba sola, había alguien conmigo, una compañera. De repente me encontré abajo, con la persona con quien salía entonces y me subí a su auto. Pude ver como mi compañera, que era casi como un doble mío, me miraba con tristeza desde los ventanales, ella jamás podría salir de allí. Recuerdo que pensé, dentro del sueño, que me había cansado de ella, que no quería quedarme más a hacerle compañía, que era patética a mis ojos. Me parecía que hasta la había inventado para enfrentar la soledad de aquel lugar y que después ya no sabía como deshacerme de ella. Una vez que me subí al auto, que curiosamente era e color rosa (el color que siempre asocio con la irrealidad y la mentira cursi), las ventanas comenzaron a subir automáticamente, y me sentía encerrada, asfixiada. Me desperté ahí. No hay que ser loquero para darse cuanta de que mi relación se derrumbaba. Me sentía presa igual que en la torre, pero en la torre al menos era podía ser yo misma. Tampoco descarto que mi cuerpo me advertía en el sueño que le faltaba el aire mientras yo dormía.
Mi cuerpo y yo. Yo y mi cuerpo. No siempre estamos de acuerdo. Como ahora, yo estoy aquí mientras él quiere dormir. A veces pienso que debería esforzarme más por escucharlo, por ser una con él, hasta tomar clases de baile o algún arte marcial que me enseñe a no ignorarlo, pero lo cierto es que la mente siempre va más allá, alejándose de él, forzándolo a seguirle el paso, torturándolo, cansándolo, gastándolo…enfermándolo. Y es cuando uno se enferma que esa distancia parece más enorme aún, uno quisiera sanar en un momento, uno se siente impotente y lo desprecia por estar débil, por impedirle a uno hacer todas las cosas de diario, porque es hasta que ya no podemos hacerlas que nos damos cuenta de lo extraordinarias que son; lo necesitamos y él no nos responde, y lo odiamos por eso, hasta que comprendemos que ha sido demasiado para él, que hemos actuado mal y le pedimos perdón, y es esa humildad que nos ayuda también, junto con la voluntad de recuperarnos, a salir de la enfermedad.

Nunca regresé a la torre, pero hay momentos en vuelvo a sentir su soledad. Como hoy. Vuelvo a transportarme a aquel cuarto de 4x4 y no quiero salir al mundo. Todo en él parece un coche rosa. Nada más. Hasta que tomo fuerzas y vuelvo a salir. Espero que esta vez sea breve, la vida está esperando.

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